No hay que olvidarse de dónde venimos: un país donde los precios cambiaban todos los días, el futuro era incierto y los jóvenes decían que la única salida era Ezeiza.

Por eso tiene tanto valor que la juventud nos haya acompañado, sabiendo que el camino no era fácil, pero convencida de que lo mejor era pelearla acá, en su país, para construir un futuro de progreso y libertad.

Ese esfuerzo vale la pena, lo sabemos y lo entendemos. Y por eso estoy segura de que no hay que aflojar.